Adolf Loos fue un arquitecto austriaco coetáneo a Hoffmann y Olbrich. Recibió la influencia racionalista de la escuela de Chicago, reaccionó contra la superficialidad del estilo Art Nouveau sometiendo a tela de juicio el valor del ornamento en una época carente de estilos, y criticó la capacidad humana de encontrar deleite o belleza en ellos. Todas su rebeldía y crítica está contenida en el ensayo que escribió en 1908 "Ornamento y delito"; se despoja de todo adorno y lo ridiculiza, tratandolo como una enfermedad, y así explica que la sociedad, en general, estaba sana y que sólo existían unos pocos enfermos que aún exigían a sus obreros realizar ornamentos diseñados por si mismos.
"Alguien que viva en nuestro nivel cultural no puede crear ningún ornamento", Loos.
"La falta de ornamento es un signo de fuerza espiritual", Loos.
La casa Muller se trata de un edificio cúbico liso despojado de todo adorno superficial, líneas puras y simplificadas destacan en esta fachada, contruida con la reciente aplicación de hormigón armado.
Fue un gran pensador del diseño, muy adelantado a su época, que también entró en el debate de diferenciar los objetos con arte y los que carecen de éste. Según Loos, la obra de arte no pasa de moda, no se degenera ni se deteriora por el uso, y debe durar hasta que se haya impuesto a los hombres, textualmente Loos decia de la obra de arte: "Nunca se volverá fea, nunca ha sido hermosa" para insinuarnos que se trata de una obra atemporal que no pasará de moda. Por otro lado están los objetos de la industria, los que carecen de valor artístico y se deterioran, los que se rigen por una moda que más temprano que tarde se marchitará.
Poco a poco, todas las industrias fueron quedando apartadas del dominio del arte, y no iba a ser menos la arquitectura, que dejó de ser una expresión artística de los arquitectos para convertirse en un condimento más de industria para ser utilizado, deteriorado y relacionado con la moda del momento.
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